Velez e Independiente aburrieron a todos

Algunos silbidos, escasas situaciones y un desarrollo parejo y chato: el Fortín y el Rojo quedaron a mano.

Vélez e Independiente sumaron una decepción más a las que nuestro fútbol de entrecasa entrega cada semana. Empataron 0 a 0, único resultado posible para un encuentro con emociones escasísimas y actuaciones deslucidas. Ninguno hizo mucho por ganar, ninguno fue más, ninguno mereció el aplauso y sumar un puntito fue la mejor noticia para dos equipos que solo les regalan preocupaciones a sus hinchas.

Pocas noticias pueden ser peores para un conjunto en formación que sufrir permanentes modificaciones en su defensa, justamente la línea donde al Rojo le crecen los enanos desde que comenzó el campeonato.

En la primera fecha, Luciano Gómez se luxó el hombro antes del cuarto de hora; contra Platense fue expulsado Patricio Ostachuk y esta vez el lesionado prematuro fue Edgar Elizalde. El uruguayo se dobló la rodilla izquierda tras un choque con Walter Bou y dejó la cancha a los 10 minutos con una posible lesión de menisco (Ayrton Costa pasó al centro y entró Damián Pérez al lateral). Si a esto se le suma la decisión de la directiva de poner en el freezer a Sergio Barreto hasta tanto acuerde su renovación, la existencia de desajustes parecía ser una consecuencia lógica. Más aún cuando cuatro minutos después de la salida de Elizalde, Ignacio Méndez apareció solo en medio del área a la salida de un córner y cabeceó a las manos de Rodrigo Rey.

Fue un espejismo. La versión 2023 de Vélez tiene tanta pinta de luchadora y esforzada como de no sobrarle creatividad. El Cacique Medina apuesta por plantar un muro de presión defensiva con tres hombres en el medio que cumplen con dedicación su tarea de impedir la progresión rival. La contrapartida es que esboza muy pocas ideas para aprovechar las ventajas que pueda ofrecerle el adversario de turno. Así, no fue extraño que su única llegada con peligro en la primera mitad derivase de un rechazo largo de Valentín Gómez que Lucas Janson tocó por arriba del arquero, colosal error de Joaquín Laso mediante. La pelota se fue desviada y ese fue todo el bagaje ofensivo local.

Independiente tuvo en ese sentido una intención mínimamente más criteriosa. Pretendió progresar a partir de juntar pases aunque encontró demasiados obstáculos, algunos por mérito ajeno y muchos por fallas propias. Contó a su favor con la movilidad permanente de Nicolás Vallejo -bien marcado por Francisco Ortega hasta que cambió de banda- y la ductilidad de manejo de Kevin López, pero anduvo apagado Rodrigo Márquez y peleado con la pelota Matías Giménez. Entonces por lo general el arco de Leandro Burián le quedó muy lejos.

Con semejantes herramientas al partido le costó horrores escapar del pozo futbolístico donde cayó desde el minuto cero. Friccionado y sin luces, y con protestas constantes que al árbitro Sebastián Zunino le costó un mundo cortar el choque fue una invitación permanente al bostezo.

Los ingresos de Julián Fernández, Abiel Osorio y Santiago Castro amenazaron con darle algo más de profundidad a Vélez. Un fuera de juego previo de Osorio anuló un cabezazo al gol de Castro, a José Florentín se le fueron altos un remate desde afuera y un frentazo. Enfrente, las incorporaciones de Baltazar Barcia, Martín Cauteruccio y Juan Cazares tuvieron algunas ráfagas de lucidez. El ex goleador de Aldosivi desvió su chance a los 32 y Cazares rozó el festejo con dos tiros libres. uno se le fue apenas alto a los 34 y sobre la bocina Burián le ahogó el grito en el otro con una gran estirada.

Fue 0 a 0. Fue aburrido. Fue espeso como una noche de calor ardiente y gris como un fútbol que se empeña en defraudar cualquier expectativa.