Los de Guardiola igualaron el tanto de En-Nesyri y forzaron la tanda de penaltis en la que Gudelj falló su lanzamiento. Los hispalenses prolongan su mala racha con esta competición: un sólo triunfo en siete finales.
El Manchester City de Guardiola sigue escribiendo con letra dorada su historia en Europa. Una vez inaugurado su palmarés continental con la Champions conquistada hace dos meses, la Supercopa de Europa ganada ante un combativo Sevilla, supone el tercer título europeo de los cityzens que, mermados por las bajas, igualaron el tanto inicial de En-Nesyri a través de Palmer y en la tanda de penaltis tocaron el cielo de Atenas.
El Sevilla se presentó en el Georgios Karaiskakis con un once muy reconocible, con la única novedad de Joan Jordán, al que Mendilibar está empeñado en recuperar. Tras ser suplente en el estreno liguero, el técnico vasco decidió darle la titularidad por delante del recién llegado Söw con el fin de mejorar su confianza. Ocampos se erigió como líder de la resistencia hispalense. Interpretó en cada momento lo que necesitó su equipo y fue capaz de sacar petróleo de jugadas en las que tenía todo en contra.
También se vistió de corto el meta marroquí Yassine Bono, al que no le quita la titularidad ni el hecho de tener un pie y medio fuera del Sevilla. “Para ellos lo más ilusionante es una final, no el contrato que les pueda llegar. Quieren jugar”, afirmaba Mendilibar y vaya si quiso. Bono sostuvo a su equipo en el inicio del partido cuando más apretaba el City de Guardiola.
Sacó un remate a bocajarro de Aké cuando el banquillo del City, en el que se encontraban Stone y Ruben Dias por molestias musculares, ya cantaba gol. Los de Mendilibar, sin presión, esperaban al cuadro de Guardiola con las líneas juntas y sin dejar espacios a Rodri, Foden y Kovacic para que enlazaran con Haaland. El noruego, aislado debido al planteaminto hispalense, estuvo desaparecido el día que su equipo, sin Bernardo Silva ni De Bruyne por lesión y sin Gündogan y Mahrez, traspasados, más le necesitaba.
El duelo comenzó intenso, casi vibrante, con la parte del estadio en la que se encontraba la afición hispalense entregada y un City que buscaba encerrar en su campo al Sevilla. Con Grealish percutiendo por la banda izquiera y un eléctrico Palmer que obligaba a Lamela a vivir pendiente de su espalda. Sin embargo, el Sevilla se encontraba agazapado esperando su ocasión y le bastó con un fogonazo -el único- de En-Nesyri para tomar ventaja poco antes de la media hora. Realizó un vuelo sin motor con el que ganó la posición a un Gvardiol, fichado para no cometer ese tipo de fallos, y batió a Ederson que sólo siguió el cabezazo con la mirada.
Minutos más tarde, el internacional brasileño le negó el gol al marroquí en un mano a mano e hizo lo propio en el segundo tiempo cuando En-Nesyri decidió golpear raso la jugada que reclamaba hacerlo por alto. El atacante revivió en fomra de pesadilla la Supercopa de Europa de 2020 en la falló un mano a mano en el tramo final ante Neuer. Quién no falló fue Cole Palmer, que libre de marca, remató en el segundo palo para empatar y redondear su gran partido. Guardiola decidió dar entrada a Julián Álvarez y el encuentro se partió. Entró en un ida y vuelta del que cualquier equipo podía salir beneficiado, sin embargo, ninguno salió vencedor de la ruleta rusa y la Supercopa se tuvo que decidir desde los once metros, la zona de confort de Bono.
Buena fe de ello pueden dar la selección española en el Mundial de Qatar y la Roma en la final de la Europa League, pero en Atenas, en casi seguro último servicio al Sevilla, no corrió la misma fortuna. Estuvo cerca -en el disparo de Walker-, pero no logró detener ningún lanzamiento y Gudelj mandó al travesaño el quinto penalti y el Manchester City se coronó como supercampeón de Europa.