Los comerciantes sienten el impacto negativo en sus ingresos

El ritmo de actividad cambió desde la semana pasada. La baja en las ventas se acentúa por la falta de personas que circulan diariamente. Los artistas callejeros también modificaron sus esquinas.

Entre las 16 y 19 suele ser el horario pico para el centro de cualquier ciudad del mundo; el tránsito se intensifica y el paso es sumamente lento, tanto para automovilistas como para peatones. Sin embargo, nada eso ocurre en uno de los núcleos de Comodoro Rivadavia desde el martes 29 de agosto.

Ahora los vehículos pueden transitar sin ningún tipo de impedimento, los reproches disminuyeron y el apuro se aplacó. “El centro se apagó”, coinciden los comerciantes ante la consulta de El Patagónico.

El colapso de la ruta 3 también modificó la actividad de la zona. Si bien los locales siguen abiertos y la población puede ir a comprar sin ningún tipo de inconvenientes, el caudal de personas que circulaban por San Martín y Rivadavia bajó considerablemente.

Las autoridades todavía lidian por diagramar recorridos de autos y transporte público que no hagan perder tanto tiempo, además de evitar congestionamientos. Y en el centro los comerciantes padecen por ventas que ya venían afectadas por la crisis económica, por lo que temen que este panorama termine de darles una estocada final a los emprendimientos. Los más afectados son los que están en cercanías de la ruta.

“La gente no quiere venir al centro porque sabe que hay demoras. Los que viven en zona norte vienen a trabajar y luego se van. No dan vueltas por el centro como antes”, subrayó Alejandra, quien tiene un puesto en una galería.

Es cierto que al centro aún van los vecinos que deben hacer algún trámite, pero no se detienen como antes a mirar en detalle los locales. “La gente está malhumorada; no tiene ganas de nada. Viene y se va enseguida porque sabe que es un caos volver a su casa”, detalló la comerciante.

SIN MALABARES, PERO CON SUBE

La esquina de Güemes y San Martín era terreno de artistas callejeros. Era común ver a los malabaristas haciendo sus trucos a cambio de una colaboración de los automovilistas. Ahora, ese paisaje cambió totalmente.

Los artistas prefieren irse unas cuadras más atrás o directamente trasladarse a la zona de Polonia y Kennedy; o Alsina y Rivadavia donde se encuentran los grandes nudos automovilísticos. “Los chicos decidieron irse porque no juntan plata. Pasan autos, pero no la misma cantidad que antes”, afirmó Marcela, que atiende un kiosco en plena calle San Martín.

La disminución de personas se ve también reflejada en el dinero disponible para cargar la tarjeta SUBE. “Antes a las 15 te quedabas sin saldo para recargar la tarjeta. La gente se quejaba. Ahora, hay días donde cierro y me queda saldo. El cambio de colectivos obligó a que muchos carguen en otro lado y que la venta también caiga porque el que entra buscando SUBE siempre se lleva algo”, agregó.