En vísperas de la Navidad se viralizó la historia de Tomás, un chico de cuatro años al que Leo ayudó a atravesar el mismo tratamiento que tuvo que realizar él.
Tras la consagración de la Selección Argentina como campeona del Mundial de Qatar 2022, una catarata de fotos y videos de Lionel Messi levantando el título inundaron las redes sociales, como así también las historias. Algunas más conocidas que otras. En vísperas de la Navidad, se viralizó en Twitter una historia que sobresalió del resto y tiene como protagonista al ganador de siete Balones de Oro.
Se trata de una publicación del usuario @libreelpela en su cuenta de Twitter, quien con un hilo dio a conocer al mundo la historia relatada por Bárbara, madre de Tomás. El joven, que en 2008 fue diagnosticado con el mismo déficit que Lionel Messi, tuvo la posibilidad de conocer al actual campeón del mundo y compartir un momento con él.
El relato completo
Cada uno tendrá su propia historia con Messi. Esta que les voy a contar es la mía. Y es el porqué siempre le voy a estar eternamente agradecida. Y no es por el fútbol.
En 2008, cuando mi hijo tenía cuatro años, yo sentía que algo le pasaba, que había algo en su salud que los médicos se lo estaban comiendo. Y no lo querían investigar. Pero como mamá yo sabía que algo le pasaba y si los médicos no lo querían investigar, lo iba a investigar yo. Empecé a leer, a buscar datos, a comparar informes, hasta que un día me senté con todos los papeles frente al pediatra y le dije: Tommy tiene lo mismo que Messi.
El pediatra me miró y me preguntó de dónde había sacado eso. Y le dije: yo hice lo que vos no. Investigué. Hace 14 años no se sabía tanto del tema como ahora. Y con cara de ‘me como la cancha’ le pregunté: ¿Ahora sí le vas a hacer los estudios que haya que hacer o busco a otro médico?
Esas fueron mis palabras. No le dije que Tommy tenía déficit de hormona de crecimiento. Se lo dije como había que decirlo para que me entendiera. Ahí empezaron las tomografías, los especialistas en crecimiento, las radiografías de muñeca, los análisis y miles de estudios desconocidos. Hasta que finalmente tuvimos el diagnóstico médico: Tommy tiene lo mismo que Messi.
Ahora que lo sabíamos, había que empezar el tratamiento. Un tratamiento que iba a durar por lo menos diez años. Una inyección por día durante diez años. ¿Cómo le explicás eso a un chico de cuatro años? ¿Cómo le contás lo que va a tener que hacer, lo que va a doler y, sobre todo, que el resultado recién se va a ver al final del camino? ¿Cómo se le explicás? Comprando un póster de Messi, poniéndolo en su cuarto, sentándolo en su cama y contándole que iba a tener que empezar un tratamiento y que la única persona que conocíamos al que le pasó lo mismo era Messi. Y que pudiera ver que su ídolo pasó por lo mismo, que no fue un impedimento para Lionel cumplir sus sueños y que ahora además de tenerlo como ejemplo por el fútbol lo tenía de ejemplo de aguante, de tolerancia, de esperanza de crecer, de otro chico que sabía que esto le iba a hacer bien.
Una vez que Tommy lo entendió, había una única pregunta para hacerle: ¿Querés conocer a Messi y hablar de esto con él? Y dijo que sí. Ahí empezó otro desafío, conocerlo a Lionel. Pero… ¿Quién no mueve cielo y tierra por un hijo? Conseguimos el teléfono de Jorge Messi, le contamos lo que no estaba pasando y nos dijo: ‘la semana que viene la Selección va a estar concentrando en el Intercontinental, les aviso un día antes así lo ven a Leo en el lobby del hotel’.
Y así fue. Un día antes nos avisaron y el 3 de septiembre de 2010 a las ocho de la noche fui con Tommy a conocer a Messi. Ahí estaba, en un rincón del lobby. Messi solo, un Messi de 23 años. Tranquilo, tal cual es. Nos acercamos, Tommy y él se abrazaron y nos sentamos los tres en el piso, en la alfombra del hotel a charlar. Una charla de más de media hora, donde no se habló de fútbol. Solos nosotros tres sentados en el piso. Una charla entre dos chicos, uno más grande y uno más chico, que se entendían. Donde le preguntamos a Messi dónde se daba las inyecciones y nos contó que él se la daba en las piernas. Y donde Messi le preguntó a Tommy dónde se las daba él y Tommy le dijo que en los brazos. Donde hablamos de que dolían, que habían días que se lloraba, pero que había que bancarlo, tener paciencia, que todo iba a salir bien.
Fue una charla hermosa. Una charla que solo fue charla, que no la filmamos, que no hay video, porque estábamos los tres ahí, sin show, con el único objetivo de hablar con alguien que ya había vivido lo que Tommy tenía que vivir. Y estoy convencida de que el tratamiento de hormona de crecimiento le enseñó a Messi que para llegar a lo más alto hay que saber esperar. Que no es de un día para el otro, pero que se llega.
De ese encuentro solo tenemos una foto. Una sola, donde están ellos dos. Yo no necesité estar en esa foto. Era el momento de ellos, ahí sentados, en la alfombra del lobby del hotel. Sin fútbol, sin una pelota, sin una camiseta. Por eso, ¿cómo no verlo el domingo a Messi y rezar para que ganara el Mundial, para que levantara una copa, para que logre tener lo que le faltaba? Si estoy eternamente agradecida a él. Antes de irnos, lo saludamos, le dijimos gracias y Messi le dijo ‘¿Nos sacamos una foto?’ y Tommy inocentemente le contestó ‘No te quiero molestar, todos te molestan pidiéndote una foto’ y Messi le dijo ‘Saquémonos una foto, mañana la vas a querer tener’.
Gracias Messi. Sos gigante. Barby, la mamá de Tommy.